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Cuando Cristo comenzó su ministerio en el Medio Oriente el Imperio Romano dominaba el mundo con mucha eficiencia y crueldad. Muchos de los que gobernaban en el mundo político y el religioso eran corruptos y se aprovechaban de la gente común. La mayoría de la gente no sabía leer, de manera que para aprender acerca de la Palabra de Dios dependían de la lectura de la Torah en la sinagoga. Desafortunadamente muchas de las predicaciones eran mensajes negativos llenos de condenación. Los judíos no se trataban con los gentiles y los samaritanos, y como resultado el odio entre ellos era muy común.
Cuando Cristo comenzó a predicar, su ministerio cumplió la promesa de Isaías 9:2: “El pueblo que habita en la oscuridad ha visto una gran luz, sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido”. Cristo tenía una misión y se dedicó a cumplirla con todas sus fuerzas. De acuerdo con Mateo 9, nuestro Señor Jesús enseñaba en las sinagogas, pero no con mensajes negativos sino con un mensaje de esperanza. Mateo nos dice también que Cristo sanaba “toda enfermedad y toda dolencia”. Al leer esto, me pregunto: ¿Por qué se dedicó Cristo a trabajar con tanto empeño? La respuesta se encuentra en Mateo 9:36: “Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como oveja sin pastor”.
Lo que motivaba a Cristo a “trabajar sin cesar” era su compasión por las personas que buscaban luz en medio de la oscuridad. La palabra compasión significa sentir el dolor de otros con el deseo de prestar ayuda. Nuestro Dios es un Dios que no solo se compadece pero que también trata de aliviar. Lo que Cristo y los discípulos hicieron fue algo diferente y extraordinario en su tiempo, y las multitudes respondieron aceptando la gracia de Dios en sus vidas
Lo que el mundo necesita hoy es ver a un pueblo lleno de la compasión de Cristo. Estamos rodeados de muchos que están en las tinieblas y sin dirección en la vida. Nos rodean también personas que necesitan sanidad tanto en lo físico como lo emocional y espiritual. Dios nos ha dado un mensaje maravilloso, pero no es suficiente saberlo. Sigamos el ejemplo y espíritu de Cristo. Aceptemos el llamado de Dios de sembrar las buenas nuevas de salvación con paciencia, compasión y amor. Mi deseo es que cada uno de nosotros nos comprometamos a orar y trabajar con la misma compasión de nuestro Señor Jesús.
Carmelo Mercado es el vicepresidente de la Union del Logo.